Eugenia anda por España. Allí, en el Primer Mundo, muchos, demasiados, tienen a mano algún gesto, mirada o palabra que discrimina a los inmigrantes. Como en todo país capitalista, los de afuera no son de palo, sino que están ahí, necesariamente, para hacer los trabajos que los que pertenecen, los del lugar, no quieren hacer. Por suerte hay otra gente que movida por el asco que les genera el racismo, inician movidas como la de esta imagen que Otero nos envió, a modo de postal, mientras esperamos alguna crónica suya.
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