Rubén Carballo se llama el padre desesperado; el mismo nombre tiene su hijo, que está en estado de coma en el Centro Gallego. El papá es colectivero de la línea 132; el chico fue por primera vez a un recital, para ver a Viejas Locas en Vélez. Tras la brutal represión, desapareció. Recién lo hallaron el domingo, tirado debajo de la autopista, en un club cercano a Vélez. Según la primera versión, habría caído de la autopista intentando ingresar al estadio sin entrada. Pero no duró mucho la historia. Rubén tenía la entrada sin cortar en su bolsillo, como tantos otros pibes que no pudieron ingresar por el tumulto. Su cuerpo habla. Parece haber sido víctima de una golpiza policial. Apaleado, pintado de azul por el agua delatora que utiliza de manera indiscriminada la policía para marcar gente mientras persigue, Rubencito pelea en la terapia intensiva. Rubén, el padre, está seguro de que lo mató la policía. Dice que estuvieron todos menos el gobierno nacional. Y se indigna ¿Qué otra cosa puede hacer?
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