El movimiento que se originó después de la masacre de Cromañón no aparece en los medios, que sólo hablan de la causa judicial, pero nunca de las actividades de familiares, sobrevivientes y profesionales que confluyen en un movimiento con muchas particularidades.
El psicólogo Jorge Garaventa vive frente al boliche. Esa noche, alertado por los gritos y las sirenas, salió a su balcón, apreció la dimensión de la masacre y bajó con dos baldes de agua. Ayudó a contener a los familiares que comenzaban a acercarse para reconocer a las víctimas. Luego sería uno de los motores del movimiento. Es un buen portavoz de este movimiento tan tergiversado como silenciado.
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