No somos del tipo de periodistas que valora a las personas por su disposición a charlar con nosotros. Pero, en este caso, vale la referencia: Adriana nunca nos dijo que no. Y cuando dijo que sí, que no tenía problemas para charlar, no fue sólo por las causas, sus causas -nuestras causas de Derechos Humanos-, sino también para repudiar el sabotaje y apropiación de la frecuencia que sufrió Amplitud 770 a mitad del año que se va con ella. No le importó que el victimario fuera Radio Cooperativa, una "radio amiga". No dudó un instante. No especuló pensando si le traería problemas con tal o cual, como sí hicieron algunos otros "comprometidos" que se borraron. Así era ella.
Adriana fue fundadora de la AEDD (Asociación ex Detenidos Desaparecidos) en 1984. Era su presidenta. Equivocada o no, sus posturas estaban atravesadas por la coherencia. Vamos a extrañarla, por ejemplo, cuando queramos charlar con ella, como aquella vez en la que nos explicó por qué creía que los organismos debían ser autónomos del Estado.
Nos duele, nos angustia su muerte; nos enorgullece haberla acompañado un rato en su vida digna, militante, ejemplar.
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