Nuestros más antiguos nos enseñaron que la celebración de la memoria es también una celebración del mañana. Ellos nos dijeron que la memoria no es un voltear la cara y el corazón al pasado, no es un recuerdo estéril que habla risas o lágrimas. La memoria, nos dijeron, es una de las siete guías que el corazón humano tiene para andar sus pasos. Las otras seis son la verdad, la vergüenza, la consecuencia, la honestidad, el respeto a uno mismo y al otro, y el amor.
Por eso, dicen, la memoria apunta siempre al mañana y esa paradoja es la que permite que en ese mañana no se repitan las pesadillas, y que las alegrías, que también las hay en el inventario de la memoria colectiva, sean nuevas.
La memoria es sobre todo, dicen nuestros más primeros, una poderosa vacuna contra la muerte y alimento indispensable para la vida. Por eso, quien cuida y guarda la memoria, guarda y cuida la vida; y quien no tiene memoria está muerto.
Después de leer estas palabras del Subcomandante Marcos en su carta a la digna Argentina de marzo de 2001, abandono el intento de contarles con las mías la recorrida por las casas de los compañeros que la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Liniers, Villa Luro y Mataderos realiza cada año.
Durante el trayecto colocamos baldosas en los lugares donde vivieron, trabajaron o militaron nuestros compañeros, para dejar una señal de su paso por esas veredas, que recuerde su vida, mucho más que su muerte o su desaparición.
Que este ejercicio de la memoria sea una celebración del mañana, como dice Marcos, un mañana en el que podamos concretar los sueños de los compañeros que homenajeamos.
María Eugenia Otero
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