Pasaron 14 años de la explosión de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). No hay que indagar demasiado para entender que, tras la bomba, subsisten varias secuelas: muertes, desgarramientos, injusticias e impunidades, entre las más importantes. Pero quisimos ir un poco más allá, no debajo de los escombros, sino a la luz de los hechos. Allí quedaron también muchas consecuencias. La más notoria: los pilotes de cemento en las puertas de las instituciones judías.
Para Darío Sztajnszrajber, integrante del grupo Yok, el judaísmo argentino "se ha autoalambrado, en una actitud de autoaislamiento que refrenda un clásico de la comunidad judía argentina: su actitud excluyente".
Los pilotes no sólo están en las puertas, también se han levantado en muchas almas.
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