En el post anterior contamos la historia de Luciano Arruga, desaparecido desde el 31 de enero. En la causa judicial comienza a probarse que efectivos de la Policía bonaerense lo subieron a un patrullero y que Luciano estuvo en el destacamento de Lomas del Mirador, instalado poco tiempo atrás por pedido de vecinos autoconvocados contra la inseguridad.
No nos interesa si Luciano tenía problemas con la ley o no. Sostener que no había hecho nada implicaría marcar una diferencia sutil: "si hubiera hecho algo merecería ser desaparecido". No queremos que nadie vuelva a desaparecer en la Argentina. Y nos da pena y vergüenza plantearlo así. No podemos creerlo.
Un muro de concreto como el que intentó levantar Posse no se erige porque sí. Para que eso pueda por lo menos pensarse, primero debió haberse construído un estigma, que no es otra cosa que un muro de prejuicios.
Luciano parecería ser una víctima de ese muro que estigmatiza a los jóvenes pobres. Otra más.
Pablo Pimentel, de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos) de La Matanza, habla del caso de Luciano, pero además se refiere a la gran cantidad de denuncias contra la policía bonaerense por mandar a robar para ellos a adolescentes que tuvieron problemas con la ley.
Para que todo no sea tan dramático, también cuenta una experiencia de trabajo con chicos que habían delinquido.
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