jueves, 27 de octubre de 2011

Va a haber un Nuremberg para ustedes, asesinos

Por Cecilia Litvin para La Retaguardia

Eso les decía Horacio Domingo Maggio a los represores en sus llamadas telefónicas después de haberse fugado del horror de su secuestro. Maggio no estuvo ayer en Comodoro Py, porque fue asesinado por una patota de ESMA, tras ser recapturado. La cadena perpetua para doce de los dieciocho represores juzgados en esta megacausa demuestra que tenía razón y, quizá, hasta se haya quedado corto.

Al día siguiente de conocerse la sentencia, estuvieron como invitadas en Oral y Público, Marta Vázquez, presidenta de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, y Ana María Careaga, directora ejecutiva del IEM (Instituto Espacio para la Memoria, con quienes hacemos el programa de radio) y querellante en la causa. Luego se sumó Víctor Basterra, testigo fundamental en la causa y sobreviviente de la ESMA.
“Hecho histórico”, “Acto de justicia”, así calificó Ana María Careaga a lo ocurrido en la última jornada del juicio por los delitos cometidos en la mega causa ESMA: “me parece mentira lo que sucedió. Fue un acto de justicia muy importante no sólo para nosotros los familiares sino para la sociedad, y creo que si a nosotros nos pareció increíble estos personeros de la muerte nunca, jamás, imaginaron que algún día iban a estar sentados en el banquillo de los acusados y que iban a ser condenados por estos delitos que impune y cobardemente llevaron adelante en la Escuela de Mecánica de la Armada. Creo que fue una jornada histórica que trasciende las experiencias individuales, lo que nos pasó a miles de familias argentinas alcanza al conjunto de la sociedad”, reflexionó la titular del Instituto Espacio para la Memoria, cuya madre, Esther Ballestrino de Careaga -parte del grupo fundador de Madres de Plaza de Mayo-, desapareció tras haber sido secuestrada por un grupo de tareas de la ESMA. Sus restos fueron identificados hace poco tiempo por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en un cementerio de Gral. Lavalle, en cuyas costas apareció -con otras víctimas- tras ser arrojadas vivas al mar en los vuelos de la muerte. Ana estuvo presente en la sala junto a su hermana, Esther, quien viajó especialmente desde Suecia donde vive actualmente. Sobre el momento en que se escuchó la sentencia, recordó: “fue algo de un sentimiento muy profundo. Escuchar que se condenaba con prisión perpetua a cada uno de los que fueron capaces de infiltrarse en la Iglesia Santa Cruz, en el grupo de las Madres, de secuestrarlas, torturarlas, tirarlas vivas al mar... Creo que se vivió de una manera en que era lo propio y lo colectivo. (En la sala de audiencias) Darse vuelta y ver a las personas paradas con la foto en la mano era profundamente conmovedor, en cada uno de los casos que se juzga y por los cuales se condena a los autores materiales de estos delitos también se está juzgando colectivamente, también se está condenando lo que se hizo en cada uno de estos lugares”.
Para Marta Vázquez en el día de ayer hubo mucha justicia: “nunca soñamos que íbamos a vivir este momento. Todavía no aterricé, siento que no sé por qué hay algo que me falta todavía… Mi hija María Marta y mi yerno César Amadeo fueron llevados con sus amigos a la ESMA. Todavía no les tocó a ellos el momento del juicio, pero yo ya con esto que escuché ayer estoy satisfecha, no contenta, cambió algo tan grande que tanto hemos esperado, por lo que tanto hemos luchado y que pensábamos que nunca lo íbamos a alcanzar”, afirmó.
El juicio se realizó en los tribunales de Comodoro Py en Retiro, a metros del edificio Libertad de la Armada y de la Iglesia Stella Maris, donde más de una vez fue Marta junto a su marido a preguntar por el paradero de su hija durante los años `70. Allí fue recibida por Monseñor Graselli: “él daba algunos datos – recordó Marta –. Cuando fui con mi marido él tenía un ficherito y lo miraba cuando decíamos el nombre, y nos dijo `acá no tengo nada, pero yo les diría que no tenga mucha esperanza, yo sé cómo los tienen`, y yo no quise escucharlo, lo olvidé, seguimos con la lucha, pensando que la íbamos a encontrar, el engaño que tuvimos de pensar que iba a volver. Esperé ocho años a mis hijos y a mi nieto, porque después de un año que se los habían llevado me enteré de que ella estaba embarazada. Apareció la psicóloga que la atendía a ella y me dijo que la había visto el día antes de que la llevaran y le había dicho que estaba embarazada. Yo sé que ellos nos están mirando y están contentos con nuestra actuación, y algún día estaremos todos felices, juntos”.
“Creo que durante muchos años lo que pasó durante el terrorismo de Estado se vivió en nuestro país a la manera del secreto de familia – consideró Ana María –, como un hecho traumático, `de esto no se habla`. Creo que la lucha heroica, sostenida, inclaudicable de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de familiares que no dejaron nunca la búsqueda de memoria, verdad y justicia, fue instalando un discurso alternativo que en la medida en que se fue institucionalizando, se convirtió en un política pública de Estado, en la medida en que el Estado que otrora fue un Estado terrorista, que actuó contra sus propios ciudadanos, hoy se hace cargo de aquello que tiene que ver con la parte reparable de esta historia, esto se empieza a modificar en la sociedad argentina”.
Marta destacó la batalla realizada por los organismos de derechos humanos para que la desaparición forzada sea reconocida como delito de lesa humanidad, y especialmente al trabajo efectuado por las Madres de Plaza de Mayo tanto a nivel nacional e internacional (ante la OEA y Naciones Unidas), como organismo argentino y como integrante de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos.
Al respecto, Careaga agregó: “la figura de la desaparición era un problema, era una angustia, un dolor, una incertidumbre, pero también era un problema jurídico, y frente a eso el Movimiento de Derechos Humanos tuvo una posición ética: no vamos a aceptar la presunción de fallecimiento porque no están muertos, vamos a reclamar aparición con vida. Estas actitudes éticas son las que fueron construyendo la figura de la desaparición forzada de personas. Lo mismo pasó con los chicos, que la identidad haya sido incorporada como un derecho de los niños, la identificación por los datos genéticos, todas estas son cosas que se han logrado precisamente a partir de estos agujeros que este terrible trauma que vivió nuestra sociedad iba dejando, y yo creo que pasó algo similar con los delitos sexuales, que era impensable en otra época tipificarlos como delitos específicos, y que hoy también, de a poco, con la denuncia, porque ahora hay más testimonios que hablan de eso hay más posibilidades de escuchar y hay más confianza por parte del testigo para poder contar cuestiones más profundas de su vida y de su sufrimiento que involucra delitos privados, pero que se vuelven públicos en la medida en que son delitos de lesa humanidad”.
Hacia el final de la entrevista, Vázquez afirmó: “después de la sentencia de ayer yo me he quedado pensando. 34 años de lucha y de trabajo, cómo caminábamos en aquellos días, qué solas estábamos, no había casi a quien acudir, salvo algunos amigos, los íntimos que aún continúan, la gente que fundó el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), ellos nos iban orientando de a poquito, pero ahora al ver todo lo que está sucediendo, parece mentira en qué época estamos, cómo hemos ascendido, y entonces yo pienso que para nuestros hijos, nuestros nietos y bisnietos van a tener todo completamente muy aclarado, y será el momento de la redención final de nuestros hijos. Y la tranquilidad que tenemos las Madres en este momento de saber que hay tanta juventud que nos está apoyando, que ha hecho carne los asesinatos de nuestros hijos, estamos tranquilas porque esto no se va a olvidar”.
Luego fue el turno de Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA. Afirmó que la sentencia de ayer no la vive con extrema felicidad sino con mesura. Sin embargo, destacó el rol que han tenido los sobrevivientes y la importancia del relato y denuncia de sus experiencias en el centro clandestino de detención para que se conozca la verdad y los represores pueden ser finalmente juzgados y condenados: “si no hubiera habido sobrevivientes nada se hubiera sabido, porque ellos (los militares) no dijeron nada, salvo (Adolfo) Scilingo que en un momento, medio en pedo seguramente, le confesó a (Horacio) Verbitsky... pero, en general, no han dicho lo que saben, por eso uno siempre pidió en base a la herramienta de la memoria, verdad y justicia, y la verdad la única que se pudo sopesar fue la que aportamos los sobrevivientes”. Pero, a su vez, Víctor manifestó sentir satisfacción porque las personas que lo hicieron padecer a él y tantos secuestrados hoy reciben su castigo.


No hay comentarios: