Con la frase del título la Lic. María Gabriela Cuevas Pratelli, de la asociación civil Newen, describió la violación organizada y sistemática a la que son sometidas las víctimas de trata.
María Gabriela habló con sencillez: “para hablar de trata hay que hablar de pornografia, prostitución y trata”, dijo con firmeza, respecto a la capacidad de hacer hacer de la pornografía, cómo la imagen construye necesidades de goce que no existían previamente en los sujetos. No quiso hablar de los clientes (se tapó la boca para no dejar escapar lo que piensa). Dijo que en los encuentros de sexo pago sólo importa el goce de ese amo que domina al esclavo.
Equiparando la explotación sexual y la trata, aseveró que la violencia que sufren las personas es la misma, que las condiciones en que reciben a las víctimas son las mismas. El delito de trata exige la subalternidad de la víctima; para eso, los tratantes utilizan diversos mecanismos para someterla: las personas simulan ser otras, hay disociación de la personalidad o pensamiento doble, por las estrategias de manipulación coercitiva que ejercen para dominar psicológicamente a las víctimas, en general a través de creencias fundadas en el engaño. Con respecto al consentimiento, fue terminante: “no hay discernimiento, no hay libertad”.
También habló de mujeres totalmente empoderadas en su rol de prostitutas que pueden ir advirtiendo su posición de subalternidad a medida que van construyendo con otro una relación dialógica. Aseguró que ese diálogo da cuenta de situaciones que nunca aparecen en el mismo lugar del allanamiento: “necesitan sustituir la cara del cliente por la cara de uno de sus hijos o alguna otra persona de su historia”, contó como ejemplo.
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